lunes, 9 de febrero de 2009

Algunas reflexiones sobre la interacción conversacional

Estas son unas reflexiones que buscan ayuda en los conocimientos que todo lector pueda tener y que se presten a ser compartidos para sacar de la angustia a quien escribe.

Desde que inicié mis andaduras teóricas por el mundo de la enseñanza de ELE –tras unos meses que impartía clases sin ningún tipo de formación específica- le di una especial importancia a aquellas actividades en las que los alumnos tenían que interactuar entre ellos con algún objetivo específico, sobre todo la práctica de la oralidad. Me parecía que las interacciones orales que llevaba a clase les eran muy provechosas, porque podían practicar lo que habíamos aprendido y, a la postre, todo el español que podían conocer. Siempre les decía a mis alumnos que si no hablaban no serían capaces de aprender una lengua, que practicar era lo más importante, que a hablar se aprende hablando…

Por suerte, he tenido la oportunidad de seguir estudiando y formándome hasta hoy (y que dure…). El máster en formación de profesores en el que, todavía hoy, me veo envuelto, me brindó la posibilidad de adquirir –más o menos- conceptos fundamentales para mejorar mi práctica docente habitual que, aunque en estos momentos está en un impasse, espero que pronto vuelva a reanudarse. Cursar este máster requiere, inexorablemente, la realización de una memoria de investigación. Por este motivo, en mis clases continuamente buscaba algún aspecto que pudiera estudiar y trabajar a fondo y que me diera la oportunidad de desarrollar unos conocimientos que salieran del aula para acabar en el aula misma.

Supongo que por la gran importancia que le he dado siempre a la comunicación, aliñado un poquito con una voluntad de imponer un grado de empatía entre el grupo de clase, mis alumnos, normalmente, se han esforzado por comunicarse en español más que en sus propias lenguas maternas, acercándose, eso sí, al peligro muchas veces desafortunadamente realizado de la llamada “fosilización”. El uso constante del español en todo tipo de interacciones me llevó a pensar que estudiar las interacciones entre ellos podría ser un campo de investigación en el que hacer una buena memoria, por lo que me puse a leer un tanto desaforadamente sobre qué era la interacción.

Ahora bien, ¿por qué la interacción puede ser un recurso válido para la adquisición del aprendizaje? Total, llevarlas a clase solo respondía a una voluntad curricular o, simplemente, a que era la actividad que tocaba en el manual de turno. Esta pregunta, que está ampliamente defendida y vilipendiada en la bibliografía especializada era una de las primeras cuestiones que he tenido que responderme en estos primeros estadios de composición de la memoria. A decir verdad, la Hipótesis de la Interacción de Long (1983/1995) es la base en la que se sustenta el hecho de llevar al aula actividades en las que los alumnos tengan que participar entre ellos y que, a base de peticiones de clarificación, reformulaciones y otras estrategias discursivas, adquieran los conocimientos requeridos para tener una competencia lingüística X en la lengua meta. Otras hipótesis, como la del Input Comprensible de Krashen (1981) o la del Output comprensible de Swain (1985/1995) hacen hincapié en la necesidad de uso de la lengua meta en para la adquisición de la L2. Sin embargo, estas teorías y, sobre todo, estudios que se realizaron a raíz de las mismas, siempre han hecho hincapié en los recursos discursivos mencionados anteriormente y poco en la posibilidad de adquisición en conversaciones como las que se producen en aquellas actividades encabezadas por la instrucción: “Comenta con el compañero…”. En estas actividades se da una interacción oral en la que se transmite una determinada información siempre relacionada con una opinión o experiencia del propio alumno.

Aula, la colección de manuales de Difusión que más conozco, tiene muchas actividades de estas características, sobre todo al inicio de una unidad didáctica en la que, según puedo entender, se pretende crear una necesidad en el alumno debido a una carencia de cierto tipo de estructura o aspecto lingüístico que se va a enseñar a continuación (corríjanme si no estoy en lo cierto). Este tipo de interacción, sin embargo, se tenía que definir de alguna manera desde el punto de vista del análisis del discurso y he aquí la gran duda que en estos momentos se concierne sobre mi testaruda cabeza. Según puedo entender de la clasificación que nos proporciona Cestero (2004), podríamos entenderlas como interacción conversacional; sin embargo, el Diccionario de Términos clave de ELE la clasifica como intercambio transaccional, confusión que, claro está, tendré que resolver en breve consultando más bibliografía o, al menos, las referencias que se ofrecen. Geis (1997), que ofrece un amplio estudio de las relaciones entre los actos de habla y la interacción conversacional, afirma que en toda expresión lingüística existe una lectura transaccional (de transmisión de información) y otra interaccional (social), por lo que estaría muy cercano a las definiciones del Diccionario del CVC.

Por suerte, mañana es mi cumpleaños y me voy a “autoregalar” un libro que, espero, me ayude a clarificar las cosas: Mackey, A. (ed.) (2007): Conversational interaction and Second Language Acquisition, Oxford, OUP. Espero que la próxima entrada de este blog tenga un contenido un poquito más de sentido investigativo y pueda aportar, ya, unas definiciones claras sobre los contenidos y constructos en los que se tiene que sustentar mi investigación.

Por cierto, a todo esto se le tiene que añadir el fenómeno de la transferencia lingüística, que también tiene su morbo.