jueves, 19 de marzo de 2009

la espiral del caracol

Al acercarse mi sobrina, mientras jugaba con dos caracolillos cogidos del campo (había salido a pasear con su abuela), la niña, con la intensidad que le requiere una sociedad cada vez más empeñada en exigirle la perfección de nuestras acciones a toda costa -la contexto que le rodea, después me explicaré-, me plañía ante la inoperancia de aquellos animales que no se dignan a salir de sus casitas que llevan a cuestas.

"Tranquila", le dije yo con tono octogenario; "ya saldrán, porque ahora están durmiendo". La chiquilla, que con cuatro años todavía tiene una pizca de apego al mito, se me quedó mirando con cierta estupefacción hasta que espetó el usual "¿por qué?" de sus coetáneos. "Pero quiero que salgan, que salgan ahora"; ¡pobres moluscos, quién les dijo estar en aquella rama de hinojo en una mañana de huelga de profesores!

A un servidor, que se encontraba tranquilamente leyendo un artículo sobre el constructo emergentismo en el aprendizaje de lenguas, le sobrevino una idea que podría tranquilizarla. ¿Cuándo se levantan los caracoles?

Yo no soy zoólogo ni biólogo ni especialista en caracoles, solo para comérmelos a la llauna, y la verdad es que me interesa más bien poco la vida y rituales sociales que llevan estos simpáticos bichillos, pero, dada la influencia de la lectura que estaba llevando a cabo, sugerí explicarle a mi sobrina la explicación totalmente pseudocientífica que os voy a relatar:

- Chica, ¿tú, por la mañana, te levantas sola o con un despertador?
- mmm, sola...
- ¿Y siempre te levantas a la misma hora exactamente?
- No...
- Pues los caracoles igual, tú no puedes decir cuándo se levantarán, solo tienes que esperar...

La niña, con cierta cara de estupefacción, se quedó mirando los caracolillos hasta que, claro está, se aburrió y se fue a jugar con sus muñecos.

Esta actividad caracolil se asemeja, en cierta medida, a los procesos por los cuales podemos llegar a aprender la lengua. Intrínsecamente, los adultos sabemos que, cuando un niño o niña dice un "no sabo" o un "pone esto aquí", cuando sea mayor utilizará las formas habituales que los mayores utilizamos (atención: habituales, que no correctas... ¡profesores!), lo que significa que el establecimiento de unas reglas y unos parámetros por parte de los adultos no van a ninguna parte. Aunque corrijas al niño -cosa que me da mucha rabia escuchar- él seguirá utilizando estas formas. Por lo tanto, no podemos establecer unos criterios científicos totalmente definidos en cuanto al aprendizaje de lenguas, tanto la materna como otras que aprendamos a lo largo de nuestras vidas. La lengua emerge, aparece en nosotros no en el momento menos esperado, sino en un momento en que no predecimos. El efecto mariposa, ejemplificación de la teoría del caos y la complejidad, nos dice que un pequeño detalle puede desembocar en la realización de una actividad totalmente alejada da la primera.

La emergencia del lenguaje tiene que entenderse desde el punto de vista orgánico de los individuos, en contraposición al símil computacional que implica el uso de términos en la Adquisición de Lenguas tales como input u output. pese a que estos términos están totalmente asentados en el lenguaje común de los docentes, deberían, poco a poco, ir siendo substituidos por el de disponibilidad o posibilidad -son las dos traducciones que he encontrado para el término inglés affordance-, ya que la condición para que se efectúe el aprendizaje de lenguas debe tener en cuenta multitud de factores, lista que aquí no comentaremos por ser muy extensa.

No obstante, la razón por la cual el caracol puede o no emerger de su concha se puede determinar, a partir de la observación y el estudio; sin embargo, la posibilidad de establecer con riguroso carácter científico cuándo aquel caracol saldría a tomar el aire, es imposible. Según lo dicho, el establecimiento de una investigación cuantitativa a la salida de un caracol, concreto, de su cubierta es inviable, por lo que sería mucho más efectivo realizar un estudio cualitativo, un estudio de caso, que permita analizar y profundizar en este sentido emergente.

Los constructos aquí nombrados forman parte de una perspectiva ecológica del caracol, es decir, aquella perspectiva que entiende el organismo en su entorno, que se relaciona con este y, a partir de esta relación, se establecen las actividades y las acciones. está claro que si el caracol hubiera continuado en su rama de hinojo, tal vez ahora, estaría harto de que le diera el sol en sus cuernos; sin embargo, al estar en manos del homo, su actividad varió completamente. Y es que el contexto y la interrelación que mantenemos con todos y cada uno de sus elementos, son determinantes.

Un simple molusco me ha llevado a escribir este post. Se ha creado a partir de una escena cotidiana. Mejor dicho, se ha creado. La creatividad, y no la rigurosidad de nuestras acciones y actitudes marcada por una sociedad que nos empuja al sometimiento de normas actitudes y valores intrínsecamente impuestos, es la fuerza que nos da la posibilidad de autorealizarnos (vean los vídeos que Matilde Sellarés ha colgado en su blog, Palabras Tendidas sobre si la escuela mata la creatividad de los niños. tal vez, podríamos asemejar estas cadenas a currículos, sílabos y unidades didácticas que, con todo la bondad del mundo y con todas las buenas intenciones del mundo, los profesores de segundas lenguas realizamos cada día -aunque no veo una manera de darle la vuelta a esto, por el momento. Y es que, pese a todo, no dejaremos de ser, por el momento, los que sabemos... y el alumno, el que debe aprender. Si este, realmente, debe ser el centro del aprendizaje, aunque suene a demagogia, algunas cosas deberían cambiar. Podríamos empezar dando paso a la creatividad

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